enero 30, 2009

Gentileza casi anónima

Vivo en un país caótico lleno de gente generosa. Es difícil reconocerlos entre las hordas de corruptos, prepotentes y valemadristas que nos desbordan, pero ahí están: gente que hace bien su trabajo y que ayuda a los demás desinteresadamente.
Esta semana tuve la experiencia de internar a un familiar en un hospital público. Ante la gravedad de su estado, tuvimos que llegar por el área de urgencias y nos atendieron rapidísimo. Valoración, toma de muestras de sangre, consulta, radiografías e internación, todo en un tiempo razonable.

Claro, la cantidad de pacientes hace que los tiempos de espera sean a veces largos (para pasar de una silla de ruedas a una cama disponible, por ejemplo), pero la actitud fue magnífica. Y en los siguientes días, tanto la atención personal como por teléfono de las trabajadoras sociales y los médicos fue gentil y detallada. Tuve que correr entre hospitales para sacar citas para estudios y siempre encontré gente amable, incluso interesada en dar las citas tan rápido como fuera posible y dispuesta a hacer cambios en beneficio del paciente.
Realmente notable.
Sólo puedo hablar por mí, pero mi concepto del sistema de salud pública ha cambiado radicalmente. Mucho del problema no es la burocracia ni la rigidez del sistema, vaya, ni siquiera la falta de recursos (hablo de hospitales de 3er nivel, que fue lo que me tocó conocer), sino la enorme cantidad de pacientes.

Por más que le echen ganas, una docena de médicos de urgencias son pocos para atender a 100 pacientes en un día, muchos de los cuales llegan en muy malas condiciones. Los polis y recepcionistas tienen sus razones para ser duros, pues por las puertas que resguardan pasan quizá mil personas en un turno. Y cada una de esas personas tiene su propia angustia y sus propias exigencias.
Brazos rotos, crisis diabéticas, deshidratados, atropellados, parturientas, pulmonías... Después de más de 24 horas en una sala de espera de urgencias y de ver de cerca el sufrimiento de enfermos y accidentados ahora comprendo mucho mejor a médicos, trabajadoras sociales y pacientes.
Y no quiero ver al Dr. House en mucho, mucho tiempo.


(Con agradecimiento al personal que nos está atendiendo en el Hospital General Manuel Gea González y en los institutos de Cardiología y Cancerología)

enero 23, 2009

Checos, chilenos y chilangos

Tengo una familia digamos... multicultural. Si estuviéramos en Estados Unidos, diríamos que es una familia multiétnica. Hay diferencias evidentes entre los especímenes de Chilangus chilangus, Checus praguensis y Chilenus santiaguinus, las cuales se van a mostrar en todo su esplendor en esta serie de reportes que estaré posteando desde una casa llena de parientes de diversos orígenes. Y para hacerla más emocionante, además de las diferencias culturales y de idioma están las diferencias gastronómicas, pues convivirán bajo el mismo techo:
a) vegetarianos heavy duty, b) carnívoros de colmillo afilado y
c) humildes mortales que tratan de bajar sus niveles de colesterol y triglicéridos sin morirse de hambre en el intento.
Ya tuve un ensayo con una pareja de amigos europeos que llegaron casi de improviso, quienes tratan de llevar la dieta paleolítica (nada de granos, azúcares ni productos procesados, y a falta de mamut se puede comer carne de res). De pronto me dio vergüenza mi dotación de cereales integrales, yogur light y sobrecitos de splenda. Comidas demasiado... civilizadas.
Y además está el tema del idioma. Aunque salvo un par de excepciones todos hablamos español, no necesariamente hablamos el mismo español. A los chilenos les duele la guata y a mí la panza, ellos me piden choclos y yo les doy elotes. Y así ad infinitum.
Los checos son todo un caso: su idioma es tan difícil que incluso hay palabras que no tienen vocales y tienen siete (¡siete!) declinaciones para cada sustantivo. Yo a duras penas se decir buenos días y gracias en checo.
Esto va a estar muuuy divertido. Veamos si no acabo como el conejito que puse arriba.

enero 19, 2009

No pasó del susto

¡Pero qué susto! Sí, ya sé que esto es noticia antigua, pero no por eso menos impactante. Cuando vi las primeras fotos del avión ya sumergido me imaginé las peores escenas de aquellas películas setenteras de desastres aéreos. Pero nada más alejado de la realidad.
Acuatizar un avión de este tamaño en un río con embarcaciones aquí y allá, sin tronarle parte del fuselaje y sin que nadie salga gravemente herido es una proeza. Además, lograr que los pasajeros no se pongan histéricos y abran a la fuerza la puerta equivocada, o que salten en masa a las aguas heladas y queden como paleta es realmente un milagro producto de la disciplina y el entrenamiento del capitán y la tripulación del avión. Por último, el hecho de que el capitán “Sully” Sullenberger no haya salido a los medios haciendo gala de falsa modestia (“solo cumplí con mi deber”, o alguna declaración por el estilo) es una muestra de elegancia y profesionalismo que se agradece enormemente. Sangre fría en el momento indicado para salvar a su gente y discreción después del hecho... esos sí son héroes de verdad.

Curioso el karma de todos los involucrados: enfrentarse a una situación realmente de vida o muerte y salir prácticamente ilesos ¡todos!.
Ahora sí, la próxima vez que viaje en avión no vuelvo a entretenerme con las revistas de abordo mientras los sobrecargos señalan las salidas de emergencia, ni voy a renegar porque me toque un asiento cerca del ala. Pero sobre todo, ¡ahora sí voy a aprender a nadar!

(Foto: Reuters)

enero 13, 2009

Lost in Translation 3

(Este post ya lo tenía preparado, je je. Qué bueno, porque la gripa que me atacó antes de Año Nuevo se niega a desaparecer y tengo el cerebro hecho gelatina.)

Estas dos joyitas son aportaciones originales de este su blog de confianza. La primera foto es de mi época pre-digital, así que la tuve que escanear.
Letrero encontrado en los jardines de un hotel de Phoenix, Arizona, donde se estaba llevando a cabo una convención de... ¡¡traductores!!
Hasta la fecha no se si es una broma o simplemente un error garrafal. Por lo menos pusieron el original en inglés, a ese sí le entendí.

Y este letrero lo vio mi esposo en el aeropuerto de Lima, Perú.

No es una traducción, pero según la Real Academia de la Lengua Española, recojo es una conjugación del verbo recoger, no un sustantivo como lo utilizan aquí. Suena raro ¿no?

Así que buelen para atrás a este blog. Bai bai.

enero 09, 2009

Gato barato

Una de las muchas cosas que he aprendido al navegar por la blogósfera es que hay una enorme cantidad de gente apasionada por los gatos. Y yo me incluyo.
Katy ha estado conmigo durante más de 13 años. Llegó a la familia por casualidad (¿causalidad?) y se quedó con nosotros, a través de cambios de casa, cambios de trabajo y cambios de ciudad. Como todos los amantes de los gatos sabemos, cada uno tiene su personalidad. Ella era reservada y hasta sangroncita con las visitas, pero de un tiempo acá está de lo más dulce y coqueta. A la menor provocación salta al regazo de las visitas, o se coloca en el respaldo de los sillones, tete-a-tete con quien le parece más interesante. Lo bueno es que a la mayoría de nuestros amigos les gustan los animales, que si no...

Desde hace un par de años ha estado enfermita intermitentemente, y después de tratamientos varios me dice el vet que sufre de insuficiencia renal. No hay nada por hacer, simplemente mantenerla cómoda.
De repente no quiere comer y baja mucho de peso, hoy está atravesando por una de esas etapas. Está super flaca. Sin embargo sigue con ánimo: toma el sol de las mañanas, trata de cazar lagartijas y me sigue a todos lados. Toma una de sus múltiples siestas sobre mis diccionarios, repele al otro gato de la familia (la verdad es que se aman, pero les gusta competir), pide de todo aunque no coma nada. Ahora le estoy dando pescado muy cocidito y simple, quizá le de pollo también, pues le encanta y eso sí lo come. Ya se que los conocedores me van a criticar, pero quiero que esté feliz, el tiempo que dure conmigo.
Algún día se irá, temo que falta poco, y aunque es una muerte anunciada, no va a dejar de ser dolorosa. Mientras tanto, disfruto de sus ronroneos (que siempre han sido casi inaudibles) y de su mirada, durante el tiempo corto o largo que sigamos juntas.

(Gracias por aguantar la entrada lacrimógena)

enero 05, 2009

Tecno-retro

Son las 6:20 del 31 de Diciembre de 2008. En Varsovia es la 1:20 de la mañana y la fiesta de Año Nuevo de Camino del Diamante está en su apogeo, con la gente bailando desde Billy Idol hasta Rammestein (creo). ¿Por qué lo sé? Porque estoy viendo y escuchando un streaming en vivo y en directo desde allá. Los budistas también se divierten, sí señor. Y así como ahora estoy participando de la fiesta, también escucho frecuentemente las enseñanzas de Lama Ole Nydahl (danés genial) desde diversos puntos del planeta, o al muy tradicional y querido Lama tibetano, Chökyi Nyima Rinpoche, desde Nepal.

Internet une al mundo, como en su momento lo hicieron los satélites de comunicaciones (Sputnik, anyone?) y aún antes los radios de onda corta. Hace 60 años mi abuela se sorprendía de escuchar las noticias en vivo desde España, mediante el radio de onda corta de su hermano. ¿Y qué me dicen del simple teléfono de disco? ¿O el fax? ¿O el telégrafo? ¿Y el télex? ¿Alguien se acuerda de los radioaficionados? ¿O de la banda civil? Ahora nos parecen tecnologías de la edad de piedra, pero aún sirven para unir a la gente.
En 1969 Neil Armstrong pisó la Luna y el mundo entero lo vio en vivo y en directo (supongo que con unos segundos de retraso por la distancia). Las computadoras que traía el Apolo 11, en su conjunto, tenían algo así como la capacidad de una PC medianita actual. Y ahora, si un video de You Tube (alojado en quién sabe qué servidor de quién sabe qué lugar del mundo) tarda fracciones de segundo en abrir, me aburro y busco otro. Y no soy la única. Estamos sufriendo una epidemia de déficit de atención... y de falta de agradecimiento a quienes nos dieron tecnologías que vemos taaaaan anticuadas.

Mientras tanto, sigue la fiesta en Varsovia y yo me dispongo a preparar la propia en casa, con pan de centeno, quesitos y vino. Eso todavía no lo podemos compartir por Internet. Y por mí, así está bien.
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